Veo a mi hermano de lejos, saludándome. Le
saludo. Esta sobre una muralla de vegetación. Esta realidad me parece más
normal. Está en una acera y yo al otro extremo.
Veo que estoy en una urbe gigantesca. Los
rascacielos son en realidad smartphones de 24 metros de altura.
-
Oh voy a llegar tarde para coger el tren. Si
nado entre la piscina de pixeles y me agarro de los flotadores de aplicaciones
de comunicación llegare a la estación Villa Roñoso.
Nadaba y nadaba entre esa agua brillante y
morada hasta llegar a la estación de trenes Villa Roñoso.
El lugar estaba en ruinas completamente. La
recepción estaba aplastada por los escombros del techo. Fui a sentarme en una
silla pero no había respaldo solo hierro oxidado. Las únicas que estaban bien
eran ocupadas por el trio de chicas guapas de mi clase.
-
Eh, yo os conozco. Vosotras sois el grupo de las
chicas más guapas de mi clase.
-
Si bueno, ahora estamos esperando otro tren.
Mire al otro ala que al parecer había una
sala de espera pero había un dibujo animado amarillo sentado leyendo un
periódico. Luego vi que a mi lado
derecho había otro dibujo animado amarillo comiéndose un bocadillo de embutido rosa.
Era como una señal para que sacara algo de la máquina expendedora. Eche un par
de arandelas oxidadas en la rendija de la máquina. Esta estaba con una luz semi
fundida, una parte del cristal rota y solo tres productos. Una lata de cartón vacía y aplastada con
signos de humedad, un hueso de manzana podrida y una pequeña lata con una
figura dentro.
Lo saque todo y la maquina me dijo.
“¡Gracias! ¡Disfrute de su comida! Ahora podré descansar en paz” La máquina me
agradeció que le sacara lo que quedaba de ella y con algunas toses fuertes
empezó a salirle del cristal mucho polvo y se apagó. Luego procedió a estallar
en mil pedazos. La explosión no me pillo pues me aleje al badén de espera. Las
chicas y yo esperábamos a aquel tren sin destino. Un tren oxidado lo más
seguro.
Me comí aquel hueso de manzana podrida.
Mastique el cartón de aquella lata arrugada y abrí mi lata de lentejas
saladitas.
Ahhhh, las lentejas saladitas. Eran mis
favoritas desde siempre. Glargnark me daba siempre un arma para derrotar monstros
si le traía alguna de las figuras que me tocaban. Fíjate me ha salido el
señor saludando con su sombrero de copa
alta. Que viejo me siento en una estación oxidada situada en una ciudad llena
de avances tecnológicos. Tan actualizada. Tan cibernética. Tan "ciberviva". Pero
no es una ciudad para seres vivos nostálgicos. Vino un tren con una chapa medio
hundida. Nos montamos las chicas y yo. Solo algunos recuerdos de mi juventud
cuando estudiaba bachillerato (procesando datos relacionados con personas
reales de la realidad del sujeto son “abbbbaaa”, “caaaabbaaad” y “bbaaaaabbc”).
El taquillero me pidió el billete y yo le
compré el suyo con 300 arandelas oxidadas.
-Ese es el precio señor.- me dijo.
Glargnark la figura que me tocó era la de
mi abuelo.
Firmado Maor.
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