Toda la entrada estaba oscura. La luz no funcionaba. Avance
hacia el pasillo de la casa. En un lado del principio del pasillo había un
mueble, encima del mueble había una antigua máquina de coser.
Como si de un instinto se tratase, acerque mi dedo hacia la máquina
de coser, directo a pincharme con la aguja.
¿Recordáis cuando Aurora se pinchó el dedo con la rueca y
cayó dormida durante al menos 100 años? Esto no fue una maldición. Esto fue la
apertura de un arma. Un arma capaz de generar universos enteros. Un arma capaz
de conectar a través de un hilo rojo de sangre a cientos de personas.
Era un ritual con sangre más bien. Pues con la sangre
derramada de tan sola una gota se crearía un vínculo infinito con cientos de personas,
de universos. Mi destino estaba sellado a conocer a cientos de personas.
Personas dormidas en un capullo de cristal, como si aún no los conociese. Otras
aún ni existen. Todas se abrirían según el
orden de distancia.
Podía vislumbrar nombres al azar. Nombres que conoceré próximamente.
Pero, todo esto es mito. Un mito muy real. Todo eso estaba detrás de aquella máquina de
coser. Una estación de portales.
Por favor, oh hilo de sangre. ¿Hasta dónde llegaras? ¿Cuál es
mi destino en la vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario